domingo, 13 de febrero de 2011

St. Valentine and stuff...

De vez en cuando admito que me da pereza el mundo y a veces sólo lo confirmo. Tengo pocos talentos y también pocas ganas de explotar los que hay. El otro día me autodescribí como alguien "sencillo para el mundo y complejo para con sus pensamientos" y así me siento: No demandante con el mundo, el mundo ya es lo que es, y crearme expectativas sobre él podría hacer que sea aún más amargosidad de lo que ya de por sí soy. Lo que hay en mi cabeza, pues, es algo que no puedes comprender. Me gusta.

Recorrí las calles buscando algo, pensé si no sería bueno ir por un trago, pero implicaría saltarse mi comfort zone y eso es algo que me incomoda en demasía. La calle, pues, estaba atiborrada de sucios cursis que profesan la religión de comprar algo inútil, estandarizado y sin sentido. Sí, la extraña tradición de 14 de febrero. Creo que nunca lo voy a comprender.

Me dan alergia o algo, siento que mi nivel de amargura está en su punto de inflexión. Hace unos años pasé aquella fecha comprando toda clase de cosas relacionadas a cierto cuarteto de Liverpool para la única persona por la que podría sentir algo. Mi Yellow Submarine encima de mi PC se sigue viendo de lujo.

domingo, 6 de febrero de 2011

Maldad

A veces no puedo evitar ser la malicia con patas. Yo me lo busco. Una de mis mil facetas. Una de mis predilectas. La cínica. La actitud viboresca que se satisface con algo de dolor ajeno.

Pero hasta las víboras como yo saben qué clase de dolor ajeno es digno de ser hilarante. De seguirle los pasos, reptar y sisear cerca por el simple placer de traumar gente encerrada en su laberinto de locura. La complacencia de saberse persona pensante.

La lástima es mala por momentos, te condena cuando tienes eso que llaman dignidad. Debo de ser la peor persona en el planeta. Me gusta ese mote.

Pronto hasta eso cambia. Hasta la maldad se pone su traje elegante y finge que no es tan detestable. Incluso la maldad llega a agradarte.

Alguien, alguien, alguien.

Yo. Yo. Yo.