lunes, 3 de enero de 2011

2011

Nuevo año.

No sé realmente si ha cambiado mucho a lo largo de 365 días. Creo que formo parte de las personas que considera el 2010 como un desperdicio más bien, como que el tiempo pasa porque tiene que pasar.

"Estrené" mi 2011 vagando, como suelo vagar. El centro de la ciudad parece ser como un imán para mí, porque siempre acabo ahí. Cada día hay más gente y pareciese que compiten por ver quién es más deprimente que el otro. Gesticulaciones falsas, gustos ridículos, volubilidades. Si ya decía yo que el factor "multitud" sí que multiplica la idiocia.

Al restaurante de comida rápida al que ingresé le falta la calidad y rapidez de antaño, pensé, pero cuando ves que los comensales piden sus alimentos sin algunos ingredientes, esperanzados que así les cuesten menos, entiendes el porqué de muchas cosas. Si no fuera yo bastante flemática, hubiese dicho algo del tiempo de espera o algo, pero creo que me gusta que las pequeñas irregularidades a mi alrededor no mermen mi carácter.

Luego, en el metro, le negué mi bebida a una nena que venía limosneando con su "hermana" y su "madre", ganándome miradas de repudio de la gente, como una sucia insensible. Me hubiera gustado aclarar que sabía, porque vi sus actividades regularmente, que la supuesta "madre" no era otra que una lesbiana que, junto con su pareja, tiene su red de niños de la calle pidiendo limosna o vendiendo chucherías. ¡Era obvio! Las nenas venían bien vestidas y peinadas, como mis sobrinas, y también bien entrenadas para mirarte con aflicción. Como escribí, me hubiera gustado aclararlo, pero me gusta que aquellas ligeras irregularidades a mi alrededor no mermen mi carácter.

Llegué a casa y hoy mi gripe es un suplicio. Por eso digo yo que estar cerca de la gente nunca es bueno.

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